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Nina S. de Friedemann: comunicando la investigación

Nina S. de Friedemann optó por difundir los resultados de su investigación más allá de los ámbitos académicos, a través de una amalgama entre palabra escrita e imagen.

En la década de 1970 se abrió un debate y cuestionamiento al interior de las ciencias sociales sobre el papel de la academia, las relaciones entre teoría y práctica, la neutralidad valorativa, la objetividad, la no-interferencia en el entorno, la comunicación de la investigación y los paradigmas predominantes en el momento, entre otros. A raíz de ello es posible afirmar que las ciencias sociales atravesaron un momento crítico y reflexivo.

De esta convergencia emergieron propuestas novedosas en su momento; por ejemplo, una apuesta por las técnicas participativas y por la devolución sistemática. Esto implica, por un lado, involucrar activamente a las personas relacionadas con las realidades que se investigan. Por el otro, trabajar en la socialización permanente de las investigaciones realizadas, es decir, en la comunicación del proceso investigativo y sus resultados en formatos y lenguajes claros, atractivos y adecuados. Lo anterior, con el interés de lograr un impacto social, político y económico del quehacer académico.

Nina S. de Friedemann hizo parte activa de este movimiento crítico y reflexivo al interior de la antropología en Colombia. De una parte, posicionó el estudio de comunidades de ascendencia africana dentro de la antropología, en un momento en el cual predominaba el estudio de lo indígena. De esta manera, situó a los descendientes africanos como sujetos dignos de la indagación etnohistórica y a sus idiomas y formas dialectales en temas fértiles de la investigación lingüística. De otra parte, estableció un diálogo con sus sujetos de investigación en el trascurso de la misma y optó por difundir los resultados de su investigación antropológica e histórica más allá de los ámbitos académicos, a través de una amalgama entre palabra escrita e imagen, de fotografías, imágenes en movimiento y cuentos sin ficción.

¿Cómo hacerle llegar a la gente la información? Siempre pensé que la fotografía sería una buena manera, pero un día en un congreso internacional en Chicago me encontré con Margaret Mead y con Jean Rouch. Hablé con Margaret Mead, que estaba haciendo un programa sobre antropología visual –a ella siempre la interesó lo visual–, y me preguntó: “¿Y ustedes qué están haciendo en Colombia con la antropología visual?” Para mí fue como un dardo; le dije que no estábamos haciendo nada, pero que íbamos a comenzar. Inmediatamente terminó el congreso, me compré una cámara Súper 8 y me fui para el Chocó con Hernando Sabogal y con un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional e hicimos la película de La fiesta del indio en Quibdó.

Desde el mismo minuto que uno es antropólogo, el entrenamiento es que el dato no es solamente oral; que el dato visual uno lo graba en la mente a través de los ojos y que uno tiene un reemplazo de los ojos, que es la cámara. Entonces uno siempre debe tener una cámara, y yo siempre la tuve a conmigo. Siempre tomé fotografías y, por supuesto, hacer películas fue una expresión más complicada de la etnografía visual.

En 1974, después de haber hecho la película La fiesta del indio en Quibdó y de haber tenido muchos problemas técnicos para mostrarla, resolvimos con Ronald Duncan que la expresión visual de esos datos que estábamos tomando, no sólo en Villarica sino también lo que yo había tomado en Barbacoas, deberían hacerse con una mejor tecnología. Entonces compramos las cámaras de cine que eran Bolex 16 y comenzamos a hacer la película Güelmambí, un río de oro. Por supuesto, esto no lo pagaba nadie; era de nuestro propio bolsillo; era la desesperación de la ciencia. Una ansiedad tremenda de comunicar… eso nos llevaba a gastar lo poco que teníamos en todas las maquinarias que compramos y nos fuimos a hacer las películas. Hicimos todo un proceso de confrontación con la propia gente, de mostrarles qué es lo que ellos querían y qué es lo que nosotros habíamos tomado (en Muñoz Vásquez 2009: 46).

Nina propone el cine documento para referirse a películas basadas en realidades del país pero cuya realización está sometida al rigor de la disciplina científica y a principios de antropología visual. El cine documento resulta del cumplimiento de determinadas normas en la investigación y de datos provenientes de la observación. Pero éste, de acuerdo con la propuesta de Nina, queda incompleto si no se establece un diálogo entre el sujeto de la filmación y los operadores de las máquinas. En otras palabras, debe haber una continuidad entre el diálogo cumplido durante el trabajo de investigación, la filmación en terreno y la discusión en torno a las proposiciones desarrolladas en la película.

A la par de la realización de películas como Villarica (1973), Güelmambí, ríos de oro (1976) o Congos, Nina también apeló a la fotografía, como en Ma Ngombe: guerreros y ganaderos en San Basilio de Palenque (1979), De sol a sol: génesis, transformación y presencia de los negros en Colombia (1986) y Criele criele son. Del Pacífico negro (1989), entre otros, además de exposiciones fotográficas. No en vano es considerada pionera de la antropología visual en Colombia. En su trabajo, lo visual cumple varios fines. En primer lugar, es una herramienta de trabajo en la investigación social, para documentar, registrar y visibilizar los modos de vida, memorias, relatos e imágenes de poblaciones en el Pacífico, en el archipiélago o en el Caribe. En segundo lugar, es un elemento para establecer comunicación. Los materiales visuales pueden servir para tender lazos de comunicación e identificación entre gentes de una misma región o de regiones distintas. En tercer lugar, para revaluar la asimetría entre investigación y comunicación, proponiendo un nuevo estilo para la exposición del trabajo en terreno.

Acorde con lo anterior, Nina también se inclinó por la escritura para una audiencia amplia. De ahí nacen los “cuentos sin ficción”, un estilo textual narrativo que permite adentrarse en el mundo afrocolombiano con rigurosidad y creatividad a la vez, haciendo uso de un lenguaje claro y sencillo. De esta manera, Nina propende a contar a diversos auditorios su quehacer investigativo, generar espacios amplios de encuentro, socializar y transmitir hallazgos etnográficos y la diversidad de poblaciones y contextos en Colombia mediante la imagen y la palabra.

Fuentes:

  • Arocha, Jaime ed. (2009). Nina S. de Friedemann: cronistas de disidencias y resistencias. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales
  • Delgado, Ramiro y Ramírez, Luis (2009). “Nina: de imágenes, escrituras y memorias africanas”. En Jaime Arocha (ed.). Nina S. de Friedemann: cronistas de disidencias y resistencias. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales. Pp. 97-111
  • Friedemann, Nina S. (1976). "Cine Documento: una herramienta para la investigación y comunicación social". En: Revista Colombiana de Antropología 20, pp. 508-546.
  • Muñoz Vásquez, Martha (2009). “Historia debida: Nina S. de Friedemann”. En Jaime Arocha (ed.). Nina S. de Friedemann: cronistas de disidencias y resistencias. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales.

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